Heinz
Dieterich Steffan Para Mirna El levantamiento indígena-popular en Ecuador es un aviso más para las oligarquías nacionales y el amo estadounidense que los pueblos latinoamericanos están dispuestos a levantarse contra la tiranía neoliberal que destruye sus vidas. Ante la falta de democracia real del sistema, la desesperación de las mayorías las lleva hacia la insubordinación: desde Seattle hasta Quito. El resultado de la acción popular en el país andino consiste en que se integra al vasto área del Circumcaribe que está fuera del control directo de Washington: Venezuela, Colombia y Cuba. Y peor para Washington: este núcleo de inestabilidad imperialista conlinda con otras zonas y países que no están asegurados del todo para el imperio, como Panamá, Nicaragua, etcétera. El motivo inmediato del levantamiento es la desastrosa política neoliberal que ha destruido al país. El Producto Interno Bruto de Ecuador cayó el año pasado en 7,3 por ciento, que es el declive más dramático desde que el Banco Central registrara por primera vez en 1927 esa actividad económica. La moneda, el Sucre, ha perdido dos tercios de su valor desde el mes de febrero; los depósitos bancarios están congelados desde marzo; las tasas de interés llegan hasta el 150 por ciento; la inflación está en el 61 por ciento y en octubre, Ecuador fue el primer país de no pagar (default)sus "Bonos Brady", que son la deuda reprogramada de los años 80. Ante la espada de la dependencia externa y la pared del malestar popular, el presidente Jamil Mahuad podría haber ocurrido a los militares, a reprimir. Pero dos razones lo impidieron: Washington procura mantener las dictaduras del capital en América Latina con una fachada de civiles -mientras sea posible(!)- y las Fuerzas Armadas del Ecuador tradicionalmente no tienen el carácter gorilesco y represor que muestran otras fuerzas militares criollas. Su última carta fue, entonces, ofrecer el país en venta al imperio, es decir, la dolarización. Pero, por diferentes razones no prosperó. Entre otras, porque Ecuador probablemente no dispone de suficientes dólares para cambiar a todos los Sucres en circulación y en depósitos. La razón principal, sin embargo, fue el rechazo de Estados Unidos, bajo la lógica de no querer cargar con un difunto, cuando tiene sus intereses asegurados por otros medios. Si el motivo inmediato del levantamiento radica en la situación económica, la razón de fondo es la desesperación ante un sistema político de impunidad, corrupción y antidemocracia, que no ofrece perspectivas de cambio reales, porque es -como en el resto de los países latinoamericanos- un régimen plutocrático. Con admirable claridad, los líderes de las principales organizaciones indígenas demandan que el Parlamento y las Cortes corruptas "se vayan"; pero no, para que en tres meses haya elecciones para "nuevamente entregarles el poder a los grandes corruptos que han robado a la Patria". No quieren los parlamentos corruptos de la burguesía, sino "parlamentos populares a todos los niveles...Es democracia participativa", lo que demandan y la reconstrucción del país con "igualdad y justicia para todos". Y dejan clara su determinación de conquistar esa democracia no-burguesa, la real, la participativa, advirtiéndo que "la gente rebasará la posibilidad de una lucha pacífica", si no se le concede. El rechazo a la democracia de los banqueros, y su sustitución por la democracia popular y participativa, es la bandera de lucha del siglo XXI. En este siglo veremos inevitablemente -es decir, inevitablemente para los cinco mil grandes capitalistas y sus ideólogos y políticos profesionales, que dominan a la sociedad global- la transición hacia la democracia real y la economía de equivalencias, que son los dos pilares del Nuevo Proyecto Histórico de las mayorías. Por eso, desde el Primer Mundo de Seattle hasta el Tercer Mundo de Quito y Caracas, y desde escenarios sociales muy diferentes, los trabajadores, ecologístas, estudiantes, indígenas y militares bolivarianos, se enfrentan a las fuerzas de la anti-historia, encabezadas por el gran capital de la burguesía. En Ecuador existe una situación revolucionaria, en la cual "los de arriba ya no pueden y los de abajo ya no quieren". Se acaba el espíritu de obediencia y sumisión. Cabalgan juntos el Espíritu Mundial de Hegel y El Libertador Simón Bolívar en la Patria Grande.
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